Fue Fidel tan miserable que, mientras no había todavía obtenido el poder (totalitario), usó a Martí y lo llamó como es justo llamarlo: APÓSTOL; para justificar sus traiciones. Pero, una vez en el poder, dejó de nombrarlo en su justo y correcto calificativo de APÓSTOL.
¿Por qué?, Fidel llevaba su sentimiento egocéntrico y de menosprecio por valores de otros, hasta en el uso de una palabra. En este caso reconocer a Martí como nuestro APÓSTOL, sería reconocerlo como nuestro guía doctrinario. Fidel, jamás lo aceptaría. Lo limitaría en sus excesos dictatoriales, que la doctrina Martiana pone de manifiesto.
Por lo anterior, al estar obligado de una u otra manera usar el nombre del más insigne de nuestros compatriotas; deja de usar el calificativo de APÓSTOL, ello implicaría seguir su doctrina, para conceptuarlo solamente como HÉROE.
Martí fue un héroe, de eso no hay duda; pero considerarlo héroe mutila su grandeza y su importancia en el pasado, presente, y futuro de Cuba y, porque no, de nuestro continente. Considerar Fidel a Martí como APÓSTOL; Fidel sería abiertamente expuesto como un traidor, mal cubano, y hombre sin principios.
Sin embargo, al nombrarlo HÉROE se omite intencionalmente la faceta doctrinal de nuestro APÓSTOL poniéndolo junto, además, entre personajes diametralmente opuestos a su doctrina; dando una imagen de contubernio con elementos de criterios totalmente antidemocráticos.
Ahora en la nueva Constitución, también infamantemente ponen a Martí junto a Fidel, como exponentes de doctrinas similares.
Afrenta que será vindicada en su momento.
